sábado, 12 de abril de 2008

Ante el frío del invierno


Hay ocasiones en que mi espíritu se ve sobrecogido, de forma inesperada, por un sentimiento bastante significativo. Ocasiones en que siento en mis labios el acre sabor de una decepción temprana, de un desengaño al que, como mínimo, no le correspondía llegar aún. No obstante llega y, manchado de desconfianza, logra salpicarme a mí, que no buscaba otra cosa que un poco de ilusión...

Son las ocasiones en que se ve truncado un amor en ciernes que, sin embargo, termina incluso antes de haber empezado. Claro está que en estos casos la herida que deja no es ni de lejos tan profunda que la que dejaría un amor auténtico, un amor ya consolidado; pero si esta herida se encuentra además emponzoñada de mentira y desdén, una herida infecta que no da visos de pretender cerrarse sin más dejando una cicatriz limpia de amargura, corre el peligro de ir poco a poco corrompiendo tu alma sin remedio, más aún si no es la primera herida de ésta índole que has sufrido en tu vida; con lo que se hace más que conveniente cauterizarla de alguna manera, de la manera que mejor sepas, aún sin saber a priori si es la más adecuada...

Y la manera que me sugiere mi instinto de supervivencia no es otra que hibernar; sí sí, poner a hibernar mi alma, no sobresaltarla por un tiempo con emociones desmesuradas ni flechazos de pacotilla, y limitarme a permitir que sane por sí sóla, cuidar de ella, porque al fin y al cabo ¿quién va a saber hacerlo mejor que yo, su humilde portadora? ¿Quién va a saber mejor lo que necesita y lo que añora? Ya está bien por el momento de entregarla a extraños que ni siquiera la conocen ni saben apreciar su valía, y por tanto, jamás podrán quererla cómo se merece y sólo acertarán a despreciarla, dejándola maltrecha y abandonada...

Durante este tiempo, comprobaré que mi corazón tampoco reacciona como suele a los estímulos que antes le hacían saltar en mi pecho y latir a una velocidad desmesurada; y es que él, de alguna forma, también se encuentra momentáneamente vacío y seco, aunque sea simplemente para resistir los rigores de un tiempo que, en mi interior, se ha tornado inestable y tormentoso.

Sin embargo, esto no es negativo; como ya he dicho antes, se trata sólo de una medida temporal, de semanas a lo sumo. Yo sé que, dentro de mí, mi corazón se encuentra presto para, a una señal de mi mente, hidratarse y llenarse con la ilusión de la primavera que llega; y mi alma, una vez mimada y cuidada cómo ella se merece, va a resurgir con más fuerza que nunca para dar lo mejor de sí ante el mundo, ante quién realmente sea capaz de apreciarlo.

Aunque quizá no pueda evitar que quede dentro de mí un pequeño poso de amargura, un vago sentimiento de decepción ante la raza humana, y la persistente idea de que, después de todo, Hobbes tenía razón y no somos más que lobos para nosotros mismos, depredadores dispuestos a devorarnos los unos a los otros a la mínima oportunidad...

Pero no todo está perdido; por eso tengo lo que podría llamar estas "medidas cautelares"; y gracias a ellas, como se suele decir, sé que la sangre no llegará al río y no tendré que pasar por una tesitura tan desesperanzadora cómo es el tener miedo de mi propia esperanza; miedo a sentirla como mi enemiga, a que llegue un día en que tenga que sacrificarla como a un animal recién nacido, aún ciego pero lleno de vida... no, en absoluto, gracias a este periodo de hibernación podré evitar, una vez más, convertirme en uno de esos seres amargados, cínicos, que se creen por encima de las leyes humanas y se niegan a sí mismos la felicidad y el amor por creerlos inexistentes. No, demasiados hay ya que pueblan el mundo, y aunque en cierto modo no les falte razón, tampoco la poseen por completo...

En fin, que puedo dar gracias a que ni mi esperanza está muerta, ni mi corazón roto; simplemente, se encuentran a buen recaudo en un lugar cálido y seco, donde, resguardados del peligroso mundo exterior y procurando gastar lo mínimo, esperan tiempos mejores...

3 comentarios:

Javier dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Illystil dijo...

Gracias, Javier.

Y, sinceramente: yo no te considero villano en absoluto...

RR dijo...

Eso se llama inteligencia....y yo en lugar de hibernar, me vuelvo temporalmente autista....

De la forma que tu pones en cuarentena tu corazón, considero que en breve cicatrizaran las heridas, lo malo son las que estén cicatrizando por segunda intención...espero que no tengas ninguna...

El final es positivísimo y optimista al maximo....