sábado, 8 de marzo de 2008

Aprendiz de alquimista


Y ya que hablamos de leyendas, de épocas y lugares en los que las explicaciones y los motivos racionales no se encontraban tan sobreestimados como en estos tiempos; en los que cualquier elemento desconocido del entorno tan sólo podía ser atribuido a ese concepto tan increíble y a la vez cotidiano como es la Magia; al pensar en todo eso, me viene a la mente... una antigua práctica muy común tanto en el Egipto y la Grecia de la Edad Antigua, como en países musulmanes y europeos del medievo: la alquimia.

Mezcla de ciencia y espiritualidad, perseguidos la mayoría de las veces sus seguidores por la fe dominante en su nación (es lo que tiene la intolerancia, qué le vamos a hacer)la alquimia iba más allá del simple afán de experimentación, ni de los hechizos de tres al cuarto de la mayoría de los que, hoy en día y en muchas épocas, dicen llamarse magos. Los alquimistas, a través de las leyes de la química y del alma humana (curiosa mezcla; ¿a alguien se le ha ocurrido alguna vez que el alma pudiera ser un ente químico?) pretendían encontrar soluciones para los grandes males que aquejaban, aquejan, y aquejarán al mundo mientras éste exista y existamos nosotros en él: la codicia (transformación de metales innobles en metales nobles), las enfermedades incurables e, incluso, la muerte...

Tranquilo el que piense que a continuación voy a intentar hacer apología de la hechicería como práctica o incluso como religión. Tampoco me propongo ponerme a buscar, a estas alturas ya, la piedra filosofal (Nicolás Flamel ya lo intentó bastante, el pobre). No, lo que a mí me gustaría plantear es que, si bien no me atrevo a garantizar los resultados de los antiguos alquimistas, hay otro tipo de alquimia que sí se puede llevar a cabo. Y ésa sí que depende exclusivamente del alma, de nuestra alma (espíritu, corazón, yo intrínseco, cómo queráis llamarlo). De acuerdo, no se puede cambiar la naturaleza química de los elementos, pero ¿y cambiar la naturaleza de nuestras emociones? ¿Cuando tornamos nuestras emociones negativas en positivas, ya sea compartiéndolas, canalizándolas de alguna forma o incluso dándoles la vuelta para ver su lado esperanzador, no se puede decir que estamos haciendo magia? Y aunque esté más que claro que es imposible vivir para siempre, ¿que me decís de los artistas? ¿Quién dice que al leer una obra, por ejemplo, de Shakespeare, y sentir las mismas emociones que posiblemente sintió al escribirla y que todas las generaciones siguientes a él han sentido y sentirán cada vez que la lean... quién dice que eso no es una forma de inmortalidad?

En fin, que a partir de esta noche, y al margen de mi verdadera profesión (que tiene mucho, mucho más de ciencia que de alma) me propongo practicar en la medida de mis posibilidades ÉSE tipo de alquimia, ese tipo de magia que está al alcance de todo el que se lo proponga, y que es tan natural y necesaria como el aire que respiramos. si además cuento con ayuda, pues mejor.

3 comentarios:

Jara dijo...

Confieso: no era este el comentario que yo pensaba hacer de este post sobre la alquimia. Quería contarte que me dejó muy sorprendida ver que te interesaba el tema... es curioso cómo nos hacemos ideas preconcebidas de las cosas, y de las personas; nunca hemos hablado de ello, pero la alquimia es una de las bases de la filosofía que sustenta la medicina tradicional china (así que lo poco que sé de ella procede de esa escuela que tú sabes...)y tiene bastante que ver con la transformación/mutación de las emociones...

Pero esta noche me vendría estupendamente una piedra filosofal o, ya puestos, una varita. Necesito alquimizar muchas cosas, y de buen grado me largaría con viento fresco a la Edad Media. Así que me quedo sin contarte todo lo que se me había ocurrido. Ya habrá mil oportunidades más.

Javier dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
RR dijo...

Cuenta con mi ayuda...y tu me ayudas a mi????