martes, 21 de julio de 2009

En cualquier otro lugar


Llegas misteriosamente y entre susurros, protegiéndote en la coartada de la noche, a perturbar mis sueños. Sólo tu presencia los hace más fantásticos de lo que yo hubiera podido concebir. Ni te imaginas lo que eso me fastidia… y, sin embargo, siento que vuelvo a renacer cada vez que te cuelas entre las sábanas de mi subconsciente.


Tu solo recuerdo actúa en mí como la luz de un faro: primero me deslumbra, más tarde sirve para guiarme desde dondequiera que esté cada vez que me siento perdida. Recordándome a dónde quiero ir, y eso no tiene un precio que se pueda pagar con palabras.


En cualquier caso, tus traviesas incursiones en mi memoria me emocionan y me trasladan a otros tiempos más inocentes, más puros, dónde vivir era tan simple que cuesta creer que ahora, en ocasiones, se pueda complicar tanto.


Es por eso que no me queda otra que maldecir las coordenadas espacio-temporales hasta quedarme sin voz. Y no puedo dejar de pensar en cómo hubiera sido mi vida si te hubiera encontrado en cualquier otro momento, en cualquier otro lugar. Si el mundo orbitara en una dirección diferente y el día no precediera a la noche… si existiera un camino correcto de vuelta a casa, ¿qué hubiera sucedido entonces con nosotros? ¿habría sido posible alguna otra opción distinta a la de simplemente soñarte?


Me reconforta pensar que sí. Al fin y al cabo, si en tan poco tiempo fuiste capaz de recomponer todas y cada una de mis ilusiones rotas de forma que no volvieran a quebrarse jamás; si el beso que nunca me diste logró despertar mi alma aletargada durante tantos años… quién sabe lo que hubiéramos podido lograr juntos… un mundo entero, una vida entera, a nuestra medida.


Fuiste el único en captar de mí hasta lo que nunca decía, el primero en aceptarme entera, con mi luz y mi sombra; sintiendo también que las entendías de alguna forma, cuando a nadie más parecían importarle.


Y por eso sólo a ti te debo, desde la penumbra de mi recuerdo, algo parecido a una disculpa. Y no porque piense que te he hecho daño de alguna forma, por eso no. Más bien por todas aquellas veces en que evité tu mirada, por la confusión que pudiera hacerte sentir. Y también, por qué no, por todos los momentos que no compartimos, por todos esos retazos de paraíso que pudieran haber sido nuestros, por cada rincón de tu piel que no recorrí… por esos besos que nunca nos dimos y que sin embargo, a mí, me devolvieron la vida.


Si no entiendes nada de todo esto, algún día te lo contaré… en cualquier otro lugar, en cualquier otro momento. Y si tampoco eso fuera posible, no te preocupes… te lo susurraré en voz bajita y al oído, para que nadie más se entere, la próxima vez que vengas a visitarme en mis sueños.