sábado, 30 de mayo de 2009

No sabes quién soy

Los lazos que nos unen los unos a los otros son tan difíciles de comprender, reparar o deshacer. .. compuestos de emociones la mayoría de las veces, de interés o compromiso otras, o de puro azar las menos, ¿cómo saber qué hacer cuando surje un roce con una de esas personas a la que te encuentras tan fuertemente atada? ¿Por dónde empiezo a desenredar los nudos que sin querer nos hemos ido haciendo en el camino?


Por mucho que pasen los años, por muchas experiencias que acumulemos, la incomprensión es algo a lo que nunca nos volvemos inmunes. Ni de lo que nunca se puede escapar, por mucho que creas conocer a nadie; por lo que a veces siento que nos encontramos eternamente separados de los demás por un muro construido a base de semántica y connotaciones lingüísticas.


De todas formas, quizás sea así como deba funcionar el mundo. Después de todo… hay cosas que nunca podremos comunicar a otra persona que no seamos nosotros mismos, incluso aunque quisiéramos. Por eso quizá cuando te pido que me entiendas, sean simples palabras malgastadas que le grito al viento.


Porque ¿alguna vez has sentido el dolor de los fantasmas que atenazaban mi garganta? ¿Los has visto dar vueltas en mi cabeza, amarga e inexorablemente, haciéndose mayores a cada paso que daban, cual tétricas bolas de nieve?


¿Tampoco has sentido esas otras veces en que mi corazón, henchido como un pájaro, luchaba por escapar de mi pecho de pura emoción y trinar a plena luz del día?


¿Sabes de qué color son mis pesadillas o qué aroma tienen mis anhelos? ¿Puedes conocer el ritmo al que fluye mi sangre, las cadencias que rigen el discurrir de mis pensamientos; cómo éstos se revuelven dentro de mí, a veces preocupados, a veces con la efervescencia de la total euforia?


¿Eres consciente de las motivaciones que mueven mi vida? ¿Sabes por qué deseo ser amada sin opresiones, por qué me gusta perseguir sueños que quizá nunca alcance o por qué siento envidia de los animales que corren libres y a los que nadie controla?


No, no sabes nada de esto. No lo sabe nadie. Sin embargo, y rescatando del recuerdo un viejo refrán: “en el pecado está la penitencia”, ya que yo tampoco tengo la más ligera idea de las pulsiones que mecen como sauces al viento a personas que veo a diario, con las que hablo, río y comparto vivencias; e incluso a las que afirmo querer y llamo mis amigos. No los conozco, no he visto ni una sola de las cicatrices que alguna vez marcaron su alma, ni puedo imaginar la profundidad de algunas de ellas. Tampoco sé en qué momentos de su vida quisieron llorar de la felicidad que sentían, ni los sueños que depositan cada noche debajo de su almohada.


A lo mejor algunos de ellos me quieren más de lo que yo imagino… quizás otros me odien por alguna frase descuidada que les hirió y que yo ni siquiera recuerdo haber pronunciado. Puede que alguna de estas personas con las que me cruzo a diario sienta algo por mí y nunca haya tenido el valor de decírmelo. O que yo también ame a alguien a quién habitualmente finja odiar, y prefiera morir antes de reconocerlo.


Y así es como la civilizada Humanidad sigue poblando el mundo, surcado por incomprensibles barreras. Es así como todos corremos por las calles un día tras otro, con una prisa que nunca parece saciarse. Y no sabemos a dónde vamos. Ni quiénes son los que nos rodean.


Videos tu.tv

domingo, 24 de mayo de 2009

Personas Especiales

Es lógico pensar que de las personas que pueblan este mundo, cada una es única y diferente; esperar lo contrario sería poco más que ilusorio. Como también es lógico suponer que de todas las almas con las que te cruzas en tu existencia, algunas te dejen más huella que otras.


A algunas personas las puedes apreciar con el tiempo y con el trato, pero nunca llegan a calar en lo más hondo de tu alma; personas con las que la relación en común nunca pasará de la más simple vacuidad. Y esto, cuando ocurre así, es algo que no se puede forzar ni fingir. Como dos pájaros que se cruzan en su vuelo, cada uno seguirá su camino y se perderán de vista sin amargura ni nostalgia, ni tan siquiera un recuerdo concreto de los cielos que una vez compartieron.


Hay personas a las que de inmediato sientes como un alma opuesta a la tuya; personas antagónicas a tu forma de sentir y de vivir la vida, y con las que no merece la pena intentar poner ideas en común. Como el agua y el aceite, a lo más que se puede aspirar es a coexistir uno al lado del otro sin mezclarse jamás.


Otras personas pueden inspirarte una profunda conexión o incluso fascinación nada más conocerlas; pero, conforme el sabio tiempo va colocando cada sentimiento en su lugar, pueden ser el desencadenante de una gran decepción. Seres humanos con los que sólo tienen cabida las emociones violentas, sean un sentido o en el otro. De los que se puede esperar tanto la adoración más intensa como el más intenso desprecio. Si se lo permites, pueden conducirte a una montaña rusa de emociones de la que te es muy difícil escapar; sobre todo sin el consiguiente mareo posterior…


Y también existen las personas que marcan un punto de inflexión en tu vida. Personas que te hacen soñar, reflexionar y también replantearte la forma en la que ves el mundo. Que llenan tu alma de flores y construyen cauces para que naveguen tus sueños; que dejan huellas en tu espíritu semejantes a los pasos de un amigo, huellas que con los años merece la pena detenerse a contemplar y recordar, siempre con una sonrisa en la mirada.


Una de estas personas es la que me ha hecho el regalo que aquí tan orgullosa muestro. Por desgracia no la conozco aún en persona; pero he compartido con ella tantas y tan bellas palabras, que no puedo sino considerarla como alguién muy cercano a mí y en el que verdaderamente merece la pena confiar.


Por eso, a ti, a tu dulzura y tu cariño, a tu pasión por la vida y a esa llama que arde con fuerza dentro de ti (incluso cuando tú no la ves) te dedico esta entrada. Gracias amiga.


Y te envío, también, besos con sabor a regalo aún no desenvuelto, que por experiencia sé que son los mejores…

sábado, 9 de mayo de 2009

El sueño de los Inocentes


Podría estar contemplándolo dormir durante horas.


Es un pequeño prodigio, un milagro de bolsillo, observar su diminuta barriguita subiendo y bajando, acompasadamente; siguiendo una melodía marcada desde el principio de los tiempos, un ritmo vital eterno, una forma extrañamente deliciosa de combinar la materia y la energía. Y de vez en cuando, tan sólo de vez en cuando, escuchar un pequeño suspiro de satisfacción, que me relaja y me conmueve de una forma que a duras penas sabría expresar.


Me gusta observarlo cuando se marcha a ese recóndito lugar donde nadie es capaz de seguirle. Sin embargo, puedo imaginar que se encuentra en un sitio donde no existen, ni existieron nunca la envidia, el rencor, la vergüenza, el miedo a avanzar, o la necesidad irracional de bienes materiales que no hacen sino vaciar tu interior.


No, estas nimiedades no las ha necesitado nunca mi duendecillo protector, mi pequeña alfombra feliz; lo cual no puede sino reconfortarme y hacerme imaginar un mundo donde no nos complicamos la existencia innecesariamente con asuntos fuera de nuestro control. Con mucha más ternura y muchos menos prejuicios. Un mundo más primario, pero al mismo tiempo más evolucionado, donde nadie tuviera que rendir cuentas por ser cómo es y donde todos fuéramos felices por ser; simplemente por existir y compartir esta maravilla cotidiana que es respirar y soñar un día tras otro.


De momento, este dulce y reposado letargo, comedido en apariencia y, al mismo tiempo, libre por completo de inhibiciones, es propiedad exclusiva del resto de los miembros de su especie, de los niños pequeños y de aquellas personas con un corazón transparente y puro; un corazón que aún no ha aprendido, o no ha querido aprender, a mentir ni a avergonzarse… ni a encarcelar bajo llave ninguna de sus emociones.


Sigue durmiendo, dulcemente, tranquilamente, ajeno a los horrores del exterior. Y a mis ojos, cuando se cansan de contemplar el mundo, les gusta hallar reposo en su imagen. Saben que aún les queda mucho que aprender de él.