miércoles, 29 de abril de 2009

Soñando que Sueño

Una noche soñé… que todo lo que soñaba se hacía realidad, en el momento más inoportuno.


Soñé que me encontraba en una ciudad que no era la mía, viviendo una vida que me resultaba ajena… y de alguna forma, soportando un dolor que ya no me correspondía. Todo en esos días tenía el amargo sabor de las visitas de compromiso, de la ilusión que culmina en decepciones, de la ausencia de caminos, de un otoño que se adelanta en tu alma y te la empapa de lluvia.


Hacía mucho tiempo que había dejado de ser yo, y hacía también mucho desde que dejé de darme cuenta. Lo peor de todo era que no parecía importarme.


Aún así, el verano y su luz se acercaban. Y la vida no pensaba dejar que pasaran de largo por delante de mí (¡cómo adoro a ésa pequeña entrometida!!). La vida tenía un regalo que yo no esperaba y que nunca supe agradecerle cómo es debido.


Nunca es tan complicado describir lo que siempre has deseado encontrar en tu camino como cuando lo tienes delante de tus mismos ojos. Pero nunca me fue tan fácil reconocerlo como ese día.


El esbozo de un sueño, dibujado apenas a base de notas musicales y trazos a carboncillo. Un sueño construido sobre los andamios de la ternura, de la pasión por la vida y por el arte y de obstáculos en el camino que le han hecho más fuerte y más compasivo a base de saltarlos, uno tras otro. Un sueño no compuesto tan sólo de la materia incorpórea como la que suele formar a estos entes tan particulares; un sueño con nombre, y apellidos, y unos ojos de atardecer que sabían hablar en silencio, emocionarse sin lágrimas; y reír absolutamente siempre.


Los mismos ojos con los que me tope en la entrada de mi particular verano, que hicieron una situación incómoda fácil de sobrellevar, y que parecían leer en mí todo lo que siempre he llevado escrito. Todo, cuando nadie lo sabía y yo misma hacía tiempo que lo había olvidado.


Sin embargo, pocos sueños duran eternamente. Nos pese o no, vivimos en el mundo real, junto con otras personas… como yo en aquel momento. Personas a las que quería, aunque ya no amara, y por las que dejé escapar mi sueño sin apenas planteármelo.


Pero el verano de mi vida continúa. Porque cada mañana despierto y recuerdo que, a pesar de todo, fue real, que ése Sueño ocurrió hace poco más de dos años, y que sirvió para devolverme la vida, para recordar a la persona que era y traerla de vuelta. Y para luchar por lo que creo con ilusión y con ganas de cambiar, si no el mundo, una pequeñísima parte de él. Teniendo siempre presente que hay quién lo hace y no se rinde; y sin querer, como una especie de Rey Midas de la esperanza, transforma con su mirada todo aquello en lo que ésta se posa.


Ése alguien, sin pretenderlo, me regaló mucho más de lo que se imagina. Y aún lo hace, cada vez que le recuerdo.